sábado, 5 de febrero de 2011

Capítulo 4:

     Llegué a casa, medio corriendo, medio andando (me cansaba muy deprisa).
- Mamá, ¡ya estoy en casa! - grité en cuanto entré por la puerta.
- Mamá no está en casa - dijo la pequeña Erika.
- Y, ¿a dónde a ido? - pregunté entrando en la cocina donde estaba ella esperándome. Dejé la mochila en una de las sillas y me senté en otra.
- Tenía que hacer unos recados - respondió.
- Aaah - dije simplemente. - ¿No ha dejado nada de comer? ¡Estoy hambrienta!
- No, yo te estaba esperando a ti - respondió sonriendo.
- Bueno, pues haré dos bocadillos - dije.
- Vale - dijo siguiendo con su sonrisa.
   Cogí dos rebanas de pan e hice dos bocadillo. Le di uno a Erika y me senté para comerme el mío.
- Todavía tengo hambre - se quejó Erika.
- Yo también, pero ya no hay más pan y no tengo ganas de hacer algo difícil.
   Cogí un cuaderno de mi mochila y a mi hermana. Subí por las escaleras (no sin esfuerzo por cargar con mi hermana). Entré en mi habitación, cogí un lápiz y el cuaderno, me tumbé en la cama y Erika me imitó. Abrí el cuaderno por una página cualquiera y empecé a dibujar. Al principio dibujé un pequeño conejito (era mi animalillo favorito), luego añadí unos cuantos arbustos y después dibujé más animales y me salió un precioso bosque. Cuando terminé mi obra de arte, dejé el lápiz encima del cuaderno y miré el reloj. Eran las cuatro menos cuarto, miré a Erika y vi que se había quedado dormida. Me quedé mirándola un rato más, cuando se despertó.
- ¿No tienes que ir al conservatorio? - me preguntó.
- Sí, pero no quiero dejarte aquí solita - respondí.
- ¿Puedo ir contigo? - volvió a preguntar, esta vez muy entusiasmada.
- Vale, pero no armes mucho jaleo, ya que Alice también va a venir.
- ¡¿Alice!? - exclamó saltando sobre la cama.
- ¡Tranquila, Erika!
   Cuando Erika se tranquilizó escribí una nota a mi madre y la puse en la nevera. Cogí la guitarra y salí con mi hermana saltando a mi alrededor y hablando mucho.
   Nos reunimos con Alice que acababa de llegar, Erika saltó hacia Alice que se quedó muy sorprendida cuando casi la hace perder el equilibrio. Yo empecé a reír, no pude parar hasta que vi que a mi lado acababa de parar Robert y se quedó mirándome. Entonces paré de reír y lo hicieron Alice y Erika al verme la cara.
- Bueno... Vamos, que llegaremos tarde - dije con la cabeza baja para que Robert no me viese la cara.
   Alice y Erika todavía se rieron un poco, pero cuando llegamos pararon.
- Bueno chicos, hemos concursado individualmente muchas veces. He pensado que en el próximo concurso hiciéramos dúos. ¿Qué os parece la idea? - preguntó la profesora.
   Todos estábamos de acuerdo, nos pareció muy buena idea, ya que dos personas tenían más posibilidad de ganar.
- Muy bien. Entonces, si me permitís, yo haré las parejas - en cuanto dijo eso se me heló la sangre. Había mucha gente e el conservatorio, pero tenía miedo de que me tocase con Robert. - Sara con Lidia, Carlos con Cristina, Kristie con Robert... - ella seguía hablando, pero yo ya no escuchaba, me quedé en esas palabras "Kristie con Robert"...
- Por lo visto vamos a tocar los dos - dijo Robert despertándome de mis pensamientos.
- Sí, que bien, ¿no? - respondí intentando no tartamudear.
- Bueno chicos y ahora a practicar un poco, si necesitáis ayuda ya sabéis.
   Me pasé todo el tiempo pensando en que iba a tocar con Robert, casi no presté atención de que estaba cargándome la guitarra hasta que me dolieron los dedos.
- Kristie, ¿te ayudo? - me preguntó Robert al ver lo que hacía.
- No, no hace falta - respondí.
- ¿Qué se supone que estabas haciendo? - preguntó la cotilla de Alice.
- Pues... estaba... esto... probando lo duras que están las cuerdas - respondí lo primero que me vino a la cabeza, pero en cuanto lo dije, pensé que hubiera sido mejor no haber dicho nada que decir una tontería así.
- Aaah, vale - dijo con ironía Alice.
   Después no hice tonterías así y estuve calladita. Aquel día, el tiempo pasaba muy despacio, como si el reloj estuviera contra mí. Pero cuando terminó la hora salí tan rápido que solo cogí la funda, la guitarra me la dejé allí, Alice, Erika y Robert empezaron a reír mucho, pero yo no les hice caso hasta que salí fuera y me di cuenta de que la guitarra pesaba muy poco, entonces abrí la funda y vi que no había nada, di media vuelta para ir a por la guitarra pero me tropecé con Robert, que llevaba la guitarra:
- La próxima vez, mira mejor, que puede que no esté yo para traértela - dijo entre risas.
   Yo sentí como mi cara se volvía muy caliente, cogí la guitarra, miré que en la puerta estaban Erika y Alice riéndose mucho, fui hacia ellas y cogí a cada una de un brazo y me las llevé fuera de la vista de Robert.
- Parad ya de reír, lleváis todo el día riéndoos de mí - exclamé enfadada.
- Perdona Kristie, pero no es nuestra culpa, de que hagas tonterías como dejarte la guitarra en el conservatorio - se defendió Alice.
- Bueno, vale, la culpa la tengo yo - admití. - Ahora vámonos.
   En cinco minutos ya estuvimos en casa de Alice. Entramos, yo y Erika nos sentamos en el salón, donde estaba Pablo, su hermano mayor.
- Hola, chicas. Hola, enana - nos saludó. Siempre llamaba a Alice enana, aunque solo fuera un año mayor.
- ¿Dejarás de llamarme enana algún día? - pregunto Alice, aunque ya se sabía la respuesta.
- Deja que me lo piense... no
   Yo y Erika reímos. Después fuimos a la habitación de Alice, estuvimos un rato hablando hasta que llamó mi madre:
- ¡Hola, mamá! ¿Querías algo? - dije en cuanto cogí el teléfono.
- Hola, cariño. Pues quería decirte, que podría ir a recoger a Erika, porque puede que queráis hablar de vuestras cosas y os moleste un poco.
- Si molestar no molesta, pero luego nos vamos a ir por ahí, por lo que creo que sería mejor que vinieras a recogerla.
- Vale, pues ahora voy. Adiós.
- Hasta ahora, mamá - colgué.
- ¡Erika! Mamá va a venir a recogerte - llamé a mi hermana que estaba con Alice hablando.
- Joo, yo no quiero irme - se lamentó.
- Lo siento, creo que es mejor que te vayas ahora, porque luego cuando te aburras ya no podrás volver a casa.
- Pero si yo con Alice no me aburro nunca - siguió intentando convencerme, pero a mí eso es muy difícil.
- Ya lo sé, pero nos gustaría hablar de nuestras cosas, cosas de mayores.
   Suspiró.
- Bueno, vale, me iré - se rindió, al final.
   Esperamos un rato más, seguimos hablando. Cuando fuera ya estaba uanocheciendo, oímos una bocina fuera.
- Me voy, adiós Alice - se despidió dándole un beso en la mejilla.
- Adiós, pequeña - dijo dándole un abrazo.
- Adiós hermanita - me dijo.
- Adiós, pórtate bien - advertí, dándole un fuerte abrazo.
   En cuanto Erika cerró la puerta tras sí y oímos que el motor del coche que se alejaba, subimos a la habitación de Alice, cogimos dos gruesos abrigos y salimos de casa.
- Bueno, ¿a dónde vamos? - pregunté cuando estábamos fuera.
- Mmm... - pensó. - ¿A la playa?
- ¡Genial! - fue mi respuesta.
   Caminamos un cuarto de hora y llegamos a la playa, podríamos haber llegado antes con el coche, pero nos apetecía más ir dando un paseo. Nos sentamos en nuestra roca de siempre, nos quedamos en silencio durante un rato, sintiendo en frío aire del mar en nuestras caras. Me sentía genial. Estuvimos así un rato hasta que yo vi que,a lo lejos, había una extraña luz.
- ¡Alice! ¿Ves eso de ahí? - pregunté despertándola de sus pensamientos.
- Sí, ¿qué será?
- No lo sé, pero no vamos a averiguarlo quedándonos aquí sentadas. ¡Vamos! - dije levantándome.
- ¿Y si nos quedamos aquí y volvemos mañana? - preguntó un poco asustada.
- ¿Pero por qué siempre tienes miedo de todo? Siempre paseamos por esta playa y nunca nos ha ocurrido nada y no nos pasará, levanta, venga - expuse argumentos para intentar convencerla, pero de todos modos tiré de su brazo por si no lo iba a hacer.
- Vale, ya voy, pero si me pasa algo, caerá sobre tu conciencia - me advirtió, levantándose.
- Me arriesgaré - dije sonriendo.
   Dimos pequeños pasos hasta que llegamos hasta donde provenía la luz, nos escondimos detrás de una roca grande, yo fui la primera que se asomó y lo que vi me dejó muy asombrada.

sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 3:

    Al día siguiente me desperté y seguí con la rutina de siempre: me duché, me cepillé los dientes, cogí la mochila y salí de casa. Llegué al sitio donde nos reuníamos siempre Alice y yo. Llegamos al instituto y entramos en clase. Allí vi a Robert, me miró y sonrió, yo le devolví la sonrisa.
-¡Kristie! - me llamó Alice. - Como veo estás muy feliz, pero te recuerdo que estamos en clase.
    Mi respuesta fue un bufido. Me senté bien, como una niña buena, saqué los libros y empecé a tomar apuntes, algo que hacía siglos que no hacía en la clase de naturales. Me encantaba la asignatura, pero odiaba al profesor . Era pequeño y gruñón, esas dos palabras explicaban como era a la perfección, no hacía falta dar más detalles.
    En cuanto sonó el timbre del cambio de clase, recogí rápidamente mis cosas, tiré del brazo a Alice y corrí hacia el sitio donde se sentaba Robert.
- ¡Hola! ¿Qué tal? ¿Cómo te ha parecido el profesor? ¿A que se enfada por poca cosa? Ah, por cierto, esta es Alice, mi mejor amiga - hablé tan deprisa que seguro que no me había entendido. Hablaba tan deprisa y decía tantas cosas cuando me ponía nerviosa, como en aquel momento. Pero él pareció entenderlo todo o al menos la mayoría, porque dijo:
- ¡Hola! Estoy un poco aburrido. El profesor explica todo, incluso lo que no hacía falta y lo que ya sabemos - respondió y luego se dirigió a Alice. - ¡Hola, Alice! Yo soy...
- Sí, ya sé quién eres, el nuevo - le cortó Alice. - Te llamas Robert, ¿no?
- Sí - respondió. - ¿Qué tenéis ahora?
- Yo educación física. Otra clase que odio - respondí.
- Yo tengo historia. Qué bien - respondió Alice con ironía. Empezamos a reírnos, cuando el profesor de naturales pasó por nuestro lado, se nos quedó mirando con cara rara y nosotros nos reímos mucho más.
- Y tú, ¿qué tienes? - pregunté cuando paré de reírme.
- También educación física - respondió.
- Oooh - dijo Alice sonriendo. - Bueno yo me voy. Después nos vemos Kristie.
- ¿A qué ha venido eso? - preguntó Robert sorprendido.
- A nada, esque es tonta - respondí bufando. - Venga, vamos, es por aquí - dije girando a la izquierda.
    En educación física jugamos a baloncesto. Lo que peor se me daba. Me gustaba más fútbol que baloncesto. Era alta, pero casi nunca metía. Lo contrario que Robert, él era un as. Si le pasaban el balón y estaba cerca de la canasta, metía seguro. Menos mal que faltaban pocos días para las vacaciones de Navidad. Era diecisiete de diciembre y el veintidós era el último día. Lo mejor era que aquel día era viernes.
   Las demás clases fueron más de lo mismo, nada interesante, nada destacable. En la última hora estuve con Alice, por lo que ni ella ni yo tuvimos que esperar a que saliera la otra. En cuanto salimos del instituto empezamos a planear qué haríamos el fin de semana.
- ¿Podría ir contigo al conservatorio? Le caigo bien a la profesora, las pocas veces que he ido, me ha tratado como si fuera una alumna más - sugirió Alice.
- ¡Claro! Y podemos quedarnos a dormir en casa de alguna. ¿En la mía o en la tuya?
- La última vez quedamos en la tuya, por lo que hoy quedaremos en la mía.
- Y mañana podemos ir al cine, ¿no?
- Sí, es lo que iba a decir, ya elegiremos la peli que veremos en casa.
    La casa de Alice ya estaba a unos metros por lo que nos dimos dos besos y nos despedimos.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Capítulo 2

     Esa tarde, como siempre, cogí mi guitarra y me dirigí al conservatorio. Me encantaba ir allí, pero lo que más odiaba era que, como estaba un poco lejos, tardaba media hora en llegar. Normalmente iba andando, pero algunas veces mi padre me llevaba en coche. Como eso ocurría muy pocas veces, porque él siempre estaba trabajando, yo ya me había acostumbrado a llevar la pesada guitarra cada día. Aunque ese día, yo no lo sabía, pero iba a ser muy diferente.
     Salí de casa y volví a pasar por aquel camino que ya me sabía de memoria cuando alguien me llamó:
- ¡Hola! - dijo la alguien - Creo que en algunas asignaturas estoy contigo, ¿no? - Yo me di la vuelta y vi un rostro que me era familiar, cuando lo reconocí me sonrojé hasta la raíz del cabello, pero él o no se dio cuenta o no quiso decirlo:
- ¡Hola! - dije intentando que mi voz sonara firme. - Sí, en algunas clases vamos juntos.
- Soy nuevo en la ciudad, me he mudado hace poco. Me llamo Robert - se presentó.
- Yo... soy Kristie - dije.
- Bonito nombre - sonrió. - ¿Tocas la guitarra? - preguntó al ver la funda a mi espalda.
- Sí, ahora iba al conservatorio - respondí.
- ¿A sí? ¡Yo también! Me encanta tocar la guitarra. Donde vivía antes iba al conservatorio y aquí también estoy empezando a ir.
- Creo que vamos al mismo, porque es esta ciudad no hay ningún otro - dije.
     Él sonrió y yo le devolví la sonrisa. Empezamos a andar y seguimos hablando.
- ¿Cuánto tiempo llevas llendo al conservatorio? - pregunté.
-Pues hace unos cinco años - respondió. - ¿Y tú?
- Cuatro - respondí. - Ya he participado en varios concursos, en algunos he salido ganando y en otros perdiendo, aunque - dije bajando un poco la voz - en la mayoría he perdido.
     Nos pusimos ha reír, él me dijo que con la práctica todo mejoraba y que él iba a darme algunos consejo cuando no supiera algo.  Seguimos preguntándonos sobre nuestras vidas, nuestros hobbies... Como dos viejos amigos que hace tiempo que no se veían. Lo que más me había asombrado fue que yo ya dejé de tener vergüenza cuando hablaba con él.
     Después de la media hora de viaje, nos conocíamos como si fuéramos amigos de toda la vida. Robert, antes vivía en Inglaterra. Había nacido allí. Sus padres tenían planeado ir a España algún día, por lo que Robert aprendió el inglés y el español. Desde los nueve años estaba aprendiendo a tocar la guitarra y  a los once entró en un conservatorio. Hace unos meses sus padres dijeron que pronto vendrían a España y ahora estaban acostumbrándose al nuevo país.
     Las horas en el conservatorio pasaban volando. Casi, sin darme cuenta, ya eran las ocho y estaba cruzando la puerta de salida. Me lo había pasado genial y era mucho mejor tener a alguien que también tocara la guitarra y te diera consejos de vez en cuando.
     Salimos y fuera estaba nevando. El paisaje era hermoso y a  mí me encantaba cuando nevaba. Empecé a andar bajo los copos de nieve que caían. Me di cuenta de que estaba enamorada y Alice tenía razón. ¡Alice! Tenía que ir a verla, tenía que contarle todo lo que había pasado y lo feliz que estaba. Entonces me di cuenta de que Robert estaba a unos cuantos pasos de mí, mirándome con cara divertida. Pensé, que había hecho alguna estupidez, ya que siempre iba sola.
- ¿Qué he hecho? - pregunté.
- Nada, por qué has tenido que hacer algo - me respondió.
- No sé es que como yo ya estoy acostumbrada a ir sola puede que... no sé, haya hecho algo, como por ejemplo - pensé, pero no se me ocurría nada.
- No se te ocurre nada, ¿eh?
- Bueno yo no sé lo que puedo hacer - dije finalmente, y vi que ya tenía que girar a la derecha porque iba a visitar a Alice. - Yo me voy por aquí, porque voy a visitar a mi mejor amiga.
-Vale, entonces, ¿nos vemos mañana?
- Sí - respondí. - ¡Hasta mañana! - no esperé a que él me respondiera ya que salí corriendo hacia la casa de Alice. En cuanto llegué a su casa entré sin llamar, saludé a sus padres y subí a su habitación.
- ¡Alice! Tengo grandes noticias que contarte - exclamé al verla. Ella dejó lo que estaba haciendo y me miró con una sonrisa, dejé la guitarra sobre su cama, me senté en su pequeño sofá, en el que cabíamos las dos sin problemas y comencé a relatarle lo sucedido. Alice escuchó atentamente y lanzaba exlamaciones cuando hacía falta, ella me compredía, por eso y por muchas razones era mi mejor amiga.
     Cuando terminé de contarle la historia se había hecho de noche y me acompañó a casa. Llegamos a casa y de los arbustos salió corriendo Minnie, mi perra, era siempre muy cariñosa, y salía a recibirnos cuando veníamos o yo o Alice o las dos. Acariciamos su pelaje marrón chocolate y entramos en la casa. Allí salió mi hermana Erika, que era igual de cariñosa que Minnie, puede que incluso más. Erika tenía seis años y yo la quería mucho. Siempre que venía Alice a casa Erika entraba en mi habitación con nosotras, y algunas veces también con Minnie. Cuando queríamos hablar de cosas privadas , no hacía falta repetírselo cientos de veces ya que ella nos entendía y se iba a otro lugar. Aquel día Alice nos se quedó mucho ya que solo me acompañó a casa, nos despedimos de ella y entramos en casa. Cené y me fui directamente a la casa, aunque sabía que esa noche no me podría dormir. Con tantas cosas en las que pensar no había tiempo para dormir. Pero me equivoqué porque en cuanto me tumbé en la cama enseguida me dormí.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Capítulo 1:

     Era una fría mañana de diciembre. Miré por la ventana: "Bufff... otro día de instituto" Cogí la mochila, abrí la puerta y salí. Había nevado la noche anterior y todo estaba lleno de nieve. Alice estaba esperándome:
-¡Hola, Kristie! ¿Qué tal? - ella siempre era feliz, cuando hablaba rebosaba de felicidad.
-¡Hola! Bueno, así así. No tengo ganas de ir al instituto. ¿Y tú qué tal?
-¡Genial! ¿Sabes que va a venir un nuevo alumno a nuestro instituto?
-¿A sí? Pues no lo sabía. Pero tampoco es que cambie mucho, uno más.
     Hablamos hasta que llegamos a clase, me senté en mi sitio y Alice a mi lado. Entró el profesor, empezó a pasar lista como siempre, yo no presté atención solo cuando oí mi nombre levanté la mano. Pero algo cambió, estaba mirando por la ventana como caían los copos de nieve y oí un nombre que me resultó extraño, ya que en clase no había nadie que se llamase así, entonces recordé lo que me dijo Alice pocos minutos antes. Dejé de mirar por la ventana y busqué con la mirada a alguien nuevo, entonces le vi. Era el chico más... más guapo era quedarse corto. ¡Era maravilloso! Su mirada, con unos preciosos ojos de color negro como la medianoche, su pelo, de un color castaño, corto y un poco rizado; sus labios, carnosos y de color carmín... Era imposible describirle en pocas palabras, porque no las encontraba o... todavía no existían.
     Me pasé un buen rato mirándole, hasta que me di cuenta de que él también me miraba a mí, rápidamente desvié la mirada, pero cuando nuestras miradas se habían cruzado, vi algo extraño en su mirada. ¿Curiosidad? ¡Quién sabe! Lo que sabía era que aquel chico tenía algo misterioso.
- ¡Alice! ¿Cómo se llama el nuevo? - susurré.
- Robert - respondió.
     Escuché al profesor, pero sin oír. Estaba abstraída en mis pensamientos. Sonó el timbre y yo, muy despacio, cogí mis libros y fui a mi siguiente clase, todavía por las nubes, pero una voz me hizo volver a la realidad.
- ¡Kristie! Nos vemos después, ¿no? - era Alice, se había enfadado por haberme olvidado de ella.
- ¡Lo siento, Alice! - dije intentando que se viera que estaba arrepentida.
- ¡Ya me contarás luego! - dijo y desapareció tras una esquina.
    Las horas pasaban rápido, cuando Robert estaba en la misma clase que yo, le miraba disimuladamente. Cuando no estaba, simplemente, pensaba.
    En la hora del almuerzo encontré a Alice entre la multitud y nos sentamos en nuestra mesa, pero en cuanto lo hice, me arrepentí de haberla buscado, aunque podía esconderme bajo tierra, si Alice quería algo lo conseguiría costase lo que costase.
- ¿Le has hablado? - preguntó sin rodeos.
- No, me da vergüenza - respondí alicaída.
- ¿Necesitas ayuda? - preguntó con una enigmática sonrisa.
- No - respondí inmediatamente. A Alice no le importaba nada, por ayudarme haría el ridículo. Solo hacía eso a la gente que quería, pero a mí me quería demasiado, hacía cualquier cosa que yo no podía, por eso la quería tanto, aunque, a veces, no me gustaba que fuera tan atrevida. - Ya me las arreglaré, si no, esperaré a que lo haga él.
- ¡Qué pena! ¡Con las ganas que tenía de ayudarte! - dijo desilusionada.
     Seguimos comiendo y hablamos sin interés alguno, pero ninguna dijo nada.
     Terminamos de comer. Tenía geografía en el segundo piso y Alice tenía historia en el primero. Esta vez no me olvidé de ella. Me acompañó hasta las escaleras y me dijo lo de siempre:
- A la salida me esperas.
     A lo que yo respondía:
- O tú a mí.
     Desaparecí escaleras arriba y entré en clase. Estaba abstraída en mis pensamientos, por suerte, aquel día no hicimos mucho, nos mandó unos ejercicios para hacer en clase, que yo ya tenía hechos, la tarde anterior, me pasé haciéndolos y, al final, no eran deberes.
     Terminó la clase y comenzó otra, igual de aburrida que la anterior. La última clase fue más divertida que las demás. Gimnasia. Jugamos a baloncesto. Yo, aunque era alta, se me daba fatal. Lo contrario a Robert, él era un as. Metía cualquier: canasta desde lejos, desde cerca...
     La clase terminó y yo estaba agotada, pero también feliz.
     Encontré a Alice cerca de la puerta de salida, esperándome.
- ¡Hola! ¿Qué tal? - saludó animadamente.
- Cansadísima - respondí, casi sin fuerzas. - ¿Y tú?
- Muy bien - respondió con una sonrisa. - Puedes llamarme pesada, pero seguiré haciéndote esta pregunta hasta que consiga una respuesta satisfactoria...
- Ya sé cuál es tu pregunta - corté. - Y mi respuesta es no, no he hablado con él.
     Alice me miró con carita triste.
- ¡¿Pero, por qué no?! - exclamó.
- ¡Porque no! Como te dije, esperaré a que lo haga él primero.
- Jo - se quejó. - Eso es esperar mucho. ¡Ya sé! - se le encendió la bombillita a Alice. - Mañana ha primera hora los tres estamos en la misma clase - dijo con una sonrisa pícara.
- No, Alice. No voy a habla con él ni tú tampoco.
- Oooh sí que lo harás. Si no quieres que toda la clase sepa que te gusta - me amenazó.
- No te atreverás -dije, aunque sabía que lo haría.
- Si dices eso es que no me conoces.
- Lo dije por si te echabas atrás.
- ¡Kristie! Pero si sabes cómo soy, ¿cómo has podido pensar eso? - preguntó asombrada.
- Ya. ¿Tengo que hacerlo? - pregunté con algo desilusión, pensando que podía decir no.
- Sabes la respuesta - no era una pregunta, sino una afirmación.
- Chantajista - dije y giré la cabeza haciendo como si me hubiese enfadado.
- Pareces una niña pequeña - comentó.
- Siempre lo seré - dije, y con una sonrisa la abrazé. Nuestras discusiones eran siempre iguales, una se enfadaba, la otra esperaba o decía algo y ,al final, nos dábamos un abrazo de reconciliación.
- Bueno, ¡hasta mañana! - dije, en cuanto me deshice del abrazo.
- ¡Hasta mañana! - se despidió Alice.
     Vivíamos muy cerca la una de la otra, por lo que en cinco minutos ya estaba en mi casa.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sinopsis:

     Kristie, es una chica de 16 años que pronto cumplirá los 17. Un día conoce a un chico que parece el típico de esos que todas las chicas caen como moscas a su alrededor. Kristie, el primer día se convirtió en eso, pero poco a poco, se da cuenta que él no es un chico normal... ni ella tampoco.

Presentación:

Bueno, voy ha empezar diciendo que me encanta leer y de tanto leer, un día decidí coger un cuaderno y empezar a escribir. Empecé escribiendo una pequeña historia sobre unas frutas que decidieron escalar una montaña (sé que es muy infantil, pero es que era pequeña jeje). Luego, me leí un libro maravilloso, (bueno al menos para mí) y como terminé de leermelo en un par de días decidí escribir cómo seguiría, como no tenía mucho tiempo en esos días escribí un poco y lo dejé en un cajón, hasta ahora sigue ahí esperando que lo abra algún día y siga escribiendo en él. Hace unos días, en los que estaba muy aburrida en casa, cogí un cuaderno de poemas que tenía le di la vuelta y empecé a escribir otra historia, esta no la pienso dejar sin terminar, porque muchos de mis amigos están esperando que la acabe para poder leerla. Y bueno esa historia va a ser la que escribiré, su título es: "Nunca digas siempre" no es un título muy imaginativo, pero es lo que más pega a la historia.