sábado, 5 de febrero de 2011

Capítulo 4:

     Llegué a casa, medio corriendo, medio andando (me cansaba muy deprisa).
- Mamá, ¡ya estoy en casa! - grité en cuanto entré por la puerta.
- Mamá no está en casa - dijo la pequeña Erika.
- Y, ¿a dónde a ido? - pregunté entrando en la cocina donde estaba ella esperándome. Dejé la mochila en una de las sillas y me senté en otra.
- Tenía que hacer unos recados - respondió.
- Aaah - dije simplemente. - ¿No ha dejado nada de comer? ¡Estoy hambrienta!
- No, yo te estaba esperando a ti - respondió sonriendo.
- Bueno, pues haré dos bocadillos - dije.
- Vale - dijo siguiendo con su sonrisa.
   Cogí dos rebanas de pan e hice dos bocadillo. Le di uno a Erika y me senté para comerme el mío.
- Todavía tengo hambre - se quejó Erika.
- Yo también, pero ya no hay más pan y no tengo ganas de hacer algo difícil.
   Cogí un cuaderno de mi mochila y a mi hermana. Subí por las escaleras (no sin esfuerzo por cargar con mi hermana). Entré en mi habitación, cogí un lápiz y el cuaderno, me tumbé en la cama y Erika me imitó. Abrí el cuaderno por una página cualquiera y empecé a dibujar. Al principio dibujé un pequeño conejito (era mi animalillo favorito), luego añadí unos cuantos arbustos y después dibujé más animales y me salió un precioso bosque. Cuando terminé mi obra de arte, dejé el lápiz encima del cuaderno y miré el reloj. Eran las cuatro menos cuarto, miré a Erika y vi que se había quedado dormida. Me quedé mirándola un rato más, cuando se despertó.
- ¿No tienes que ir al conservatorio? - me preguntó.
- Sí, pero no quiero dejarte aquí solita - respondí.
- ¿Puedo ir contigo? - volvió a preguntar, esta vez muy entusiasmada.
- Vale, pero no armes mucho jaleo, ya que Alice también va a venir.
- ¡¿Alice!? - exclamó saltando sobre la cama.
- ¡Tranquila, Erika!
   Cuando Erika se tranquilizó escribí una nota a mi madre y la puse en la nevera. Cogí la guitarra y salí con mi hermana saltando a mi alrededor y hablando mucho.
   Nos reunimos con Alice que acababa de llegar, Erika saltó hacia Alice que se quedó muy sorprendida cuando casi la hace perder el equilibrio. Yo empecé a reír, no pude parar hasta que vi que a mi lado acababa de parar Robert y se quedó mirándome. Entonces paré de reír y lo hicieron Alice y Erika al verme la cara.
- Bueno... Vamos, que llegaremos tarde - dije con la cabeza baja para que Robert no me viese la cara.
   Alice y Erika todavía se rieron un poco, pero cuando llegamos pararon.
- Bueno chicos, hemos concursado individualmente muchas veces. He pensado que en el próximo concurso hiciéramos dúos. ¿Qué os parece la idea? - preguntó la profesora.
   Todos estábamos de acuerdo, nos pareció muy buena idea, ya que dos personas tenían más posibilidad de ganar.
- Muy bien. Entonces, si me permitís, yo haré las parejas - en cuanto dijo eso se me heló la sangre. Había mucha gente e el conservatorio, pero tenía miedo de que me tocase con Robert. - Sara con Lidia, Carlos con Cristina, Kristie con Robert... - ella seguía hablando, pero yo ya no escuchaba, me quedé en esas palabras "Kristie con Robert"...
- Por lo visto vamos a tocar los dos - dijo Robert despertándome de mis pensamientos.
- Sí, que bien, ¿no? - respondí intentando no tartamudear.
- Bueno chicos y ahora a practicar un poco, si necesitáis ayuda ya sabéis.
   Me pasé todo el tiempo pensando en que iba a tocar con Robert, casi no presté atención de que estaba cargándome la guitarra hasta que me dolieron los dedos.
- Kristie, ¿te ayudo? - me preguntó Robert al ver lo que hacía.
- No, no hace falta - respondí.
- ¿Qué se supone que estabas haciendo? - preguntó la cotilla de Alice.
- Pues... estaba... esto... probando lo duras que están las cuerdas - respondí lo primero que me vino a la cabeza, pero en cuanto lo dije, pensé que hubiera sido mejor no haber dicho nada que decir una tontería así.
- Aaah, vale - dijo con ironía Alice.
   Después no hice tonterías así y estuve calladita. Aquel día, el tiempo pasaba muy despacio, como si el reloj estuviera contra mí. Pero cuando terminó la hora salí tan rápido que solo cogí la funda, la guitarra me la dejé allí, Alice, Erika y Robert empezaron a reír mucho, pero yo no les hice caso hasta que salí fuera y me di cuenta de que la guitarra pesaba muy poco, entonces abrí la funda y vi que no había nada, di media vuelta para ir a por la guitarra pero me tropecé con Robert, que llevaba la guitarra:
- La próxima vez, mira mejor, que puede que no esté yo para traértela - dijo entre risas.
   Yo sentí como mi cara se volvía muy caliente, cogí la guitarra, miré que en la puerta estaban Erika y Alice riéndose mucho, fui hacia ellas y cogí a cada una de un brazo y me las llevé fuera de la vista de Robert.
- Parad ya de reír, lleváis todo el día riéndoos de mí - exclamé enfadada.
- Perdona Kristie, pero no es nuestra culpa, de que hagas tonterías como dejarte la guitarra en el conservatorio - se defendió Alice.
- Bueno, vale, la culpa la tengo yo - admití. - Ahora vámonos.
   En cinco minutos ya estuvimos en casa de Alice. Entramos, yo y Erika nos sentamos en el salón, donde estaba Pablo, su hermano mayor.
- Hola, chicas. Hola, enana - nos saludó. Siempre llamaba a Alice enana, aunque solo fuera un año mayor.
- ¿Dejarás de llamarme enana algún día? - pregunto Alice, aunque ya se sabía la respuesta.
- Deja que me lo piense... no
   Yo y Erika reímos. Después fuimos a la habitación de Alice, estuvimos un rato hablando hasta que llamó mi madre:
- ¡Hola, mamá! ¿Querías algo? - dije en cuanto cogí el teléfono.
- Hola, cariño. Pues quería decirte, que podría ir a recoger a Erika, porque puede que queráis hablar de vuestras cosas y os moleste un poco.
- Si molestar no molesta, pero luego nos vamos a ir por ahí, por lo que creo que sería mejor que vinieras a recogerla.
- Vale, pues ahora voy. Adiós.
- Hasta ahora, mamá - colgué.
- ¡Erika! Mamá va a venir a recogerte - llamé a mi hermana que estaba con Alice hablando.
- Joo, yo no quiero irme - se lamentó.
- Lo siento, creo que es mejor que te vayas ahora, porque luego cuando te aburras ya no podrás volver a casa.
- Pero si yo con Alice no me aburro nunca - siguió intentando convencerme, pero a mí eso es muy difícil.
- Ya lo sé, pero nos gustaría hablar de nuestras cosas, cosas de mayores.
   Suspiró.
- Bueno, vale, me iré - se rindió, al final.
   Esperamos un rato más, seguimos hablando. Cuando fuera ya estaba uanocheciendo, oímos una bocina fuera.
- Me voy, adiós Alice - se despidió dándole un beso en la mejilla.
- Adiós, pequeña - dijo dándole un abrazo.
- Adiós hermanita - me dijo.
- Adiós, pórtate bien - advertí, dándole un fuerte abrazo.
   En cuanto Erika cerró la puerta tras sí y oímos que el motor del coche que se alejaba, subimos a la habitación de Alice, cogimos dos gruesos abrigos y salimos de casa.
- Bueno, ¿a dónde vamos? - pregunté cuando estábamos fuera.
- Mmm... - pensó. - ¿A la playa?
- ¡Genial! - fue mi respuesta.
   Caminamos un cuarto de hora y llegamos a la playa, podríamos haber llegado antes con el coche, pero nos apetecía más ir dando un paseo. Nos sentamos en nuestra roca de siempre, nos quedamos en silencio durante un rato, sintiendo en frío aire del mar en nuestras caras. Me sentía genial. Estuvimos así un rato hasta que yo vi que,a lo lejos, había una extraña luz.
- ¡Alice! ¿Ves eso de ahí? - pregunté despertándola de sus pensamientos.
- Sí, ¿qué será?
- No lo sé, pero no vamos a averiguarlo quedándonos aquí sentadas. ¡Vamos! - dije levantándome.
- ¿Y si nos quedamos aquí y volvemos mañana? - preguntó un poco asustada.
- ¿Pero por qué siempre tienes miedo de todo? Siempre paseamos por esta playa y nunca nos ha ocurrido nada y no nos pasará, levanta, venga - expuse argumentos para intentar convencerla, pero de todos modos tiré de su brazo por si no lo iba a hacer.
- Vale, ya voy, pero si me pasa algo, caerá sobre tu conciencia - me advirtió, levantándose.
- Me arriesgaré - dije sonriendo.
   Dimos pequeños pasos hasta que llegamos hasta donde provenía la luz, nos escondimos detrás de una roca grande, yo fui la primera que se asomó y lo que vi me dejó muy asombrada.

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